“Naturalmente, de mucho vale el conocimiento del medio y la veteranía del llanero cuando se trata de ganados cerriles. La res hay que enlazarla en la sabana, dominarla en lucha singular, y el mismo llanero dice; “más vale maña que fuerza”
Hay que reducir la res a una pata de palma, luego cabrestearla a cola de caballo, incitándola a embestir y burlando su furia con tanta habilidad que la distancia entre el caballo y la res debe ser exactamente aquella en que la res cree que con un poquito más de ventaja podrá engañar al llanero para matarle el caballo, por lo cual lo sigue aparentemente resignada, guiada por su furia.
Esa distancia la observan llanero y caballo, para el arranque violento en caso de la carga traicionera de la res. Así caminan alerta hasta que se establece un equilibrio de engaño a engaño, que se traduce en una marcha más o menos descansaba y aparentemente voluntaria de la res, guiada por una mecánica muscular condicionada por la rabia y la desorientación. Es de advertir que la res solo pelea para buscar hacia atrás, después de cada partida a cornear el caballo, cuando no ha salido aún de sus comederos, pero al ser guiada a terrenos que desconoce, las dudas y la desorientación contribuyen a condicionar su obediencia, siguiendo al caballo que la lleva atada a la cola, como cabrestero, sin que esto excluya su furia y su malicia.
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